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"DISTRACCIONES EN LA VIDA LITERARIA".

by Anónimo on Nov.22, 2009, under , , ,


Por Charles Bukowski.
Era una calurosa noche de verano,una noche de verano muy calurosa, y estoy sentado en la cocina, la máquina de escribir en la mesa del rincón del desayuno,sólo que no hay rincón del desayuno y siempre estamos demaciados hechos polvo para desayunar.Sea como sea,inetnto escribir alguna clase de cuento,bueno.no alguna clase,más bien un relato sucio para una de las revistas (Mierda,escribir es duro: no habia forma más sencilla de decir eso?).Mientras tanto, una de las patas de la mesa sigue fallando y tengo que dejar de macanografiar porque la mesa entera empieza a ladearse y es cuestión de intentar sujetar la máquina,la botella y la pata de la mesa,de intentarsostener todo mi mundo de esa manera para que de esa manera no se desmorone:algún borracho le ha pegado una patada a la pata de la mesa alguna noche y yo he probado con cola,martillo,clavos,todo eso,pero la madera está resquebrajada y no aguanta,aunque,de todas maneras,inetnto colocar la pata de la mesa ahí debajo otra vez.Se sostiene un ratito de esa manera y echo una trago,enciendo una colilla de puro, empiezo a teclear con la esperanza de acabar un párrafo breve antes de que empiece a ladearse de nuevo.



Suena el teléfono en la habitación de la lado y dejo la máquina y la botella en el suelo y me levanto a contestar, y mientras camino hacia la otra habitación Sandra coge el teléfono.Sandra,cuyo larga melena roja tiene un buen aspecto desde lejos cuando te acercas y la tocas,es igual a ella,inexplicablemente dura,a diferencia de su culazos y sus tetazas.Podría meter su culazo y sus tetazas en un relato pero nos} se los creerían,esos mariconazos judíos negros de editores tienen problemas para creerse las cosas.Una vez les envié un cuento en el que relataba cómo me había follado a tres tías distintas un mismo día, en realidad no quiero pero las circunstancias me obligan a elloy ese editor me responde con un cara furibunda:¡Chinaski,esto es repugnante!¡Nadie pilla tanto cacho!¡Y mucho menos un viejo tirado,un viejo idiota como tú!¡Vuelve a la realidad! Bla,bla,bla...",y dale que te pego...



Sea como sea,Sandra me alarga el teléfono está bebiendo sake(frío) y fuma uno de mis puros.Deja el puro.Cuando dijo "¿Sí?,me baja la bragueta y empieza a chuparme el rabo.



-Oye-le digo-,¿por qué hostias no me dejas en paz?



-¿Qué?-pregunta el tipo del teléfono.



-Tu no -le digo-



Voy en camiseta,así que la cojo y tiro de ella para ponerla sobre la cabeza de Sandra de manera que no me moleste tanto para hablar.



Es mi camello,que vive en uno de patios delanteros,un patio mucho más amplio y agradable que el mío, y me dice que acaba de recibir algo de coca.A veces pasó el rato en su casa mientras él vuelve a diluir la merca y la mide en esas bolsitas en su balancita mientras su chica, una tía preciosa y con clase,se pasea por aquí para álla con sus inmensos tacones.Nunca la he visto con el mismo vestido ni con el mismo par de zapatos.Follamos una vez mientras el camello nos miraba. Se mete merca de la buena, no le molesta. O igual es que le gusta mirar.



-Sigo con el teléfono en la mano.



-¿Cuánto?-le pregunto.



-Bueno para tí,ya que somos amigos,cien pavos.



-Ya sabes que estoy sin blanca.



-Creía que me habias dicho que eras el mejor escritor del mundo.



-Es que los editores no lo saben.



-vale-dice-,para tí:cincuenta pavos.



-¿Con que cortas la merca?



-Secretos de oficio...



-Venga,dímelo-insisto.



-Lefa seca...



-¿De quién?¿Tuya?



-Me paso por ahí en treinta minutos.



-Cuelga.
Sandra ha acabado conmigo.Saca la cabeza debajo de la camiseta.Vuelve a ponerse el puro en la boca, seacerca un mechero,vuelve a chuparlo hasta que el da vida.Me sub la bragueta y regreso a la cocina,compruebo la pata de la mesa,pongo la botella y la maquina otra vez encima, empiezo a teclear un poco más.Updike nunca tubo que escribir en estas condiciones.Ni tampoco Cheever.Los confundo.Pero sé que uno está muerto y el otro no puede escribir.Escritores.Joder.Una vez conocí a Ginsberg tras un recital multitudinario de él,sus colegas y yo.Vaya noche de gruñidos y gemidos fue aquélla,en esa mierdecilla de ciudad de Santa Cruz.En la fiesta de después él y sus colegas estaban apoyados en la pared e intentaban parecer cultos mientras yo me abandonaba a un baile ebrio."No sé cómo hablar con Chinaski",le dice Ginsberg a uno de sus colegas.




Menos mal.
Sigo tecleando...En mi relatohago que un tipo intente follarse a una cría de elfante por la trompa;es un cuidador de zoo y está harto de su mujer...El cuidador le ha metido la polla por la tropa del elefante y está dale que te pegoi cuando de pronto el elfante le sorbe también los cojones,sencillamente se los succiona,y le produce una sensación agradable buen de veras, demaciado buena...El tipo corre y se dispone a retirarse pero el elefante lo tiene cogid,no quiere soltar,No,no,no,vaya putada.Es ridículo.¡¡Suelta!! El tipo coge los pulgares y se los mete al elefante por los ojos.No sirve de nada. El elefante no hace más que succionar con más fuerza.Virgen Santa.El cuidador lo intenta con todo.Se relaja.Finge estar dormido.Habla:"Venga,suéltalo.Te prometo que nunca,nunca volveré a follarme a un animal."Ahora son las 3 de la madrugada y el elefante lo tiene cogido desde hace hora y media...Nunca ha tenido semejante problema con su mujer,es incapaz de sujetar nada...El elefante lo tiene agarrado,sin más.Entonces al cuidador se le ocurre una idea brillante,saca el mecvhero,lo enciende,lo pone debajo de la trompa.El elefante empieza a aflojar,entoncesentonces se apaga el mechero.El cuidador vuelve a darle al mechero.No sireve de nada.Lo intenta una y otra vez.Está sin combustible.Está sin suerte.Quince años de antiguedad y van a encontarlo así por la mañana y perderá el empleo,o algo peor...




-¡Eh,Capullo!-aúlla Sandra desde la otra habitación-¿Estás escribiendo alguna chorrada buena?




-Sí,pero no sé como termina.




-Haz que tiren la puta bomba.




-¡Eh,estupendo! ¡Eso voy a hacer! ¡Nadie,nadie ha escrito un cuento así.




Justo entonces cede la pata de la mesa y sólo me da tiempo de coger la botella mientras la máquina de escribir se estrella contra el suelo.Eso no les pasó nunca a Mailer ni a Tolstói.Echo un trago de la botella, luego me acerco a al vieja máquina.No te me mueras,h.p.,de ninguna manera...Ha aterrizado derecha.Me siento en el sulo,alargo las manos y pulso todas las teclas.Escribo:NO TE MUERAS EN MI INFINIDAD.Me devuelve el tecleo de inmediato,así sin más.Es dura,como yo.Echo un trago de alegre celebración por los dos.Entonces se me ocurre una idea brillante:decido escribir en el p. historia en el p. suelo. A Céline le molaría.




Justo entonces un monstruoso grito del cielo además de explosiones y también una sensación de guerra sin declarar mientras astillas de puto vidrio exagerado,furioso y arremolinado se clavaban en paredes y ventanas y cosas diversas. Ni la menor oportunidad de Dixie. Ni la menor opotunidad en ninguna parte. Bing Crosby se retuerce y cascabelea en su tumba. Es la guerra en East Hollywood, justo delante del cruce de los bulevares Hollywood y Western, cerca de todos esos garitos de comida para llevar que abren toda la noche, cerca de mí, cerca de nosotros, han estado años intentando limpiar el barrio pero cada vez está peor.




(Perdona, pero déjame que te cuente el mejor momento que se me ocurre, me refiero a cuanto la vela ardía bien ata y la vida, por fin, iba bien: un chulo de putas alquiló toda una manzana, en la parte sur en pleno Hollywood Boulevard. Bueno, no era toda una manzana, pero era la mayor parte de la manzana entre el mercado y un bar de striptease cojonudo, y tenía a todas las chicas sentadas en escaparates en circunstancias domésticas: sillón, tele, alfombra, a veces un perro o un gato, cortinas, y las chicas estaban ahí sentadas en los escaparates, casi como de vidrio, de cera, y si no siempre hermosas, me parecían muy valientes o al menos un tanto nobles, todo ello para que el cliente pudiera hacer una elección relajada y adecuada... Ahí estaba el chulo con el estilo definitivo: una noche después de 18 noches estaban allí y antes de darme cuenta habían desaparecido).




Pero, mientras tanto, salgo al porche con Sandra tras de mí, reposando las ubres en mi espalda. Proliferan las explosiones mientras silbidos, latigazos, dagas de vidrio salen disparadas y revolotean. Me pongo las gafas de sol para protegerme los ojos. Pues bien, allí en Western está el enorme viejo hotel, tiene 8 o 10 plantas, lleno de drogatas, prostis, criminales, pirados, piradas, imbéciles y santos.



Hay un tipo negro desnudo en la azotea del hotel y vemos que está desnudo y es negro porque el helicóptero de la policía siempre anda zumbando por Hollywood y Western dirige sus focos hacia él. Lo vemos. Muy bien. Pero los tipos del helicóptero no hacen venir a los coches patrulla. No hay necesidad. Ni mientras nos estemos destruyendo entre nosotros. No somos nada que merezca la pena proteger. No importamos, porque entre los 3.000 que se calcula estamos arracimados en esa área, nio somos capaces de mostrar un total de, pongamos por caso, dos de los grades en mano entre todos en ese preciso momento. Y no tenemos una casa de la que marchamos sin una tarjeta American Express que no tenemos. Así que, por lo que a la ley respecta, ya podemos asesinarnos unos a otros hasta que nuestra sangre corra, qué hostias, camine, se filtre como una espesa, mema y apestosa malta roja por la calles...



Miramos hacia arriba mientras el negro en pelotas lanza más botellas de vino vacías. Bajo las estruendosas luces del helicóptero reluce como un pedazo de carbón candente. Se le ve bien, malcarado, avya escenario tan cojonudo. Todos necesitamos soltar presión y rara vez lo coseguimos. Foillamos y bebemos y fumamos y jodemos y esnifamos, y todo se viene abajo. Él lo esta logrando. Ahora.



Grita: "¡Muerte a los blancos! ¡Muerte negra para los blancos! ¡Que nos den por, blancos! ¡Todas vuestras madres son una putas! ¡Todos vuestros hermanos maricones! ¡ Todas vuestras hermanas follan con perros y chupan pollas negras! ¡Muerte a los blancos! ¡Dios es negro y yo soy Dios!"



Cuánto nos odiamos, así tenemos algo que hacer.



Ahora vuelven a caer fragorosas sus botellas, la mayoría se rompen contra las paredes, la parte superior de los patios, pero algunas rebotan como locas, no se rompen, sólo se rompen en parte y luego atraviesan algunas de nuestras ventanas, y eso es un tanto triste porque somos pobres; sería mejor si pudiéramos lanzar esas boetellas hasta alguna ventana en Beverly Hills.



Entonces veo a Big Sam salir del patio del fondo donde vive. Va colocado de ATD y sale al patio y se queda en medio de las botellas que vuelan y revientan y levanta la mirada hacia el negro en pelotas. Big Sam lleva una escopeta. Entonces me ve. De alguna manera piensa que soy el único amigo que tiene. Es posible que tenga rázon. No lo había visto nunca tan cabreado.



Se me acerca.



-Hank, me parece que debería pegarle un tiro. ¿Que crees tú?



-La mejor regla en cualquier situación determinada es hacer lo que quieras hacer.



No veo que su escopeta vaya a hacer gran cosa a semejante distancia. Sam me lee el pensamiento.



-También tengo un rifle...



-Yo no le pegaría un tiro Sam.



-Por qué no?



-Joder, no sé.



-Ponme al tanto cuando lo sepas.



Se echa el arma al hombro y regresa camino a su patio.



Las botellas de vino siguen cayendo pero de alguna manera ya no es tan interesante. Algunos regresan a sus patios. Se encienden las luces, poco a poco. Al final, hasta el helicóptero se va. Hay algún que otro estallido de botellas, luego se hace el silencio.


Una vez dentro, me paso de vino al whisky. Es difícil mecanografiar ahí con el culo en el suelo, pero ahora no me preocupo de la pata de la mesa, y el whisky insufla diminutos rugidos en las frases y estoy en racha y a punto de soltar la bomba cuando llaman a la puerta. Tiene que ser el camello, y cuando salgo Sandra lo tiene en el pasillo, y lo tiene cogido por las pelotas, y él me sonríe y dice:


-Sandra siempre me hace que me sienta bienvenido.


-Bueno,coño, no tenemos uno de esos felpudos de "Bienvenidos", así que hacemos lo que está en nuestra mano.


Sandra suelta al camello y él dice:


-Tengo un par de rayas aquí mismo.


Y yo saco un espejo y la cuchilla, y él la saca y luego unos hacemos tres rayas y Sandra se mete la suya y el camello se toma la suya, luego me zumbo la mía y espero. Sé que la ha cortado con demaciado speed y surtirá en efecto en consecuencia. Cuando me meto en speed me pongo cruel. No con la gente, sino es de palabra. Pero rompo cosas: espejos, sillas, lámparas, retretes; cojo alfombras, les doy la vuelta. No mucho más. Nunca rompo platos.


Espero. Está bien, no ha cortado con demaciado speed.


¿Dónde está Deeva?-pregunto. Deeva es su parienta. La que tiene tantos vestidos y zapatos.


-Esta fregando los platos-dice el camello.


Era una mujer de las que no hay. Llevaban vestidos y tacones altos y además le fregaba los platos.


Le doy los veinte y uno de diez y me da la bolsita cerrada.


-Sigo colocándome mejor con priva-le digo-. Con esto no hay punto de llegada, se viene abajo, y tienes que darle otro tiento.


-Cuando pilles mierda de verdad-me dice- dejarás de beber.


Es como ver a Cristo, ¿eh? Traélo por aquí alguna vez.


-Mejor que ver a Cristo. No hay espinas, ni infierno. Sólo una dulce nada.


Se va hacía la puerta, su culo diminuto demaciado ceñido en los pantalones: En la puerta se vuelve y sonrie:


-¿Qué era todo ese jaleo ahí atrás hace un rato?


Un negro. Cabreado con su piel. Y con la mía.


El camello se marcha.


Sandra esta preparando un par de rayas. Si es como yo: cortarla es más placentero que esfinarla. Y sabía que por la mañana tendría la cabeza suicida. Que las paredes serían azul oscuro y todo sentido carecería de significado. Es como sustraer una sustracción. Gatos con cara de peeros. Cebollas con patas de araña. Una victoria americana cual cortina de vómito. Un cuarto de baño con cara de teta, un cojón. Un retrete que te mira con auténtica espresión vacía de una auténtica madre muerta.


Pero sólo te lo curas por la mañana cuando llegas allí.

Le grito a Sandra: "¡Ya preparo yo las siguientes rayas! La última vez me has jodido, la tuya era el doble de gorda!".

Estamos siempre con lo mismo: discutiendo por rayas. Entonces, empieza algo distinto: se oye un terrible grito mortal de una mujer que teme por su vida, y otra mujer también grita:

"¡Puta, más que puta, voy a matarte, so puta!

Volvemos a salir. Viene del mismo hotel. Una mujer cuelga de una ventana de la novena planta, en verdad de un brazo y una pierna, la mayor parte de su cuerpo suspendido como si fuera a caer. La otra mujer se inclina sobre ella desde arriba y la golpea con algún objeto. Sigue y sigue, su sonido más doloroso para uno que cualquiera fealdad imaginada en la que uno pudiera consebir hallarse.

El helicóptero está de vuelta. Destella y acaricia con su luz la agonía de esos cuerpos. El helicóptero flota y describe círculos, enfocando su inmensa luz sobre las mujeres. Que continúan como per se.

Sam vuelve a salir con la escopeta, me mira.

Le digo:

-¡Venga, Sam, adelante, pégales un tiro a esas putas, meten una bulla de cuidado!

Sam levanta el arma, apunta, dispara. Vuela por los aires la antena de la tele de alguien. Cae en un remolino de brazos y cable, el árbol siempre sin fruto se precipita hacia su merecida oscuridad.

Sam baja el arma, regresa al interior de su patio. Sandra y yo volvemos al nuestro. Voy a la cocina, miro la máquina sucia que escribe historias sucias.

Fuera, los gritos continúan, no resueltos.

Recuerdo el whisky, me pongo uno. Me lo tomo.

Por eso me hice escritor. Por eso me esforcé para largarme de las fábricas. Ése es el sentido y la ruta.

Regreso a la otra habitación.

-Me parece que no voy a terminar el cuento esta noche-le digo a Sandra.

-¿A quién hostias le importas?- pregunta.

-Tienes el alma de un cienpiés- le digo.

No hay nada tan grato como ser desagradable cuando no hay nada más que hacer, y por lo general no hay nadamás que hacer, le agrarro la muñeca a Sandra, se la retuerzo, cojo la cuchilla y digo:

-Ya te he dicho que las rayas siguientes las iba a preparar yo.

Me inclino hacia adelante y, con cierta destreza, lo hago.

Fuente: The Clinic (Edición n°321,26/11/09)




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1 comentarios

  • Anónimo

    Guinda Ácida:
    Cuando creíamos que nada inédito quedaba de Bukowski, aparecen estos 36 relatos y ensayos que harán las delicias de todos aquellos que saben apreciar el desparpajo narrativo, la fantasía erótica, el elegante lirismo y el humor negrísimo del gran ebrio norteamericano. Desde el cuento donde un vejete presencia, plácido, cuadros plásticos ultraviolentos protagonizados por su novia y la dealer de ésta, hasta un personalísimo ensayo sobre Ezra Pound, pasando por homenajes a Artaud y John Fante, nuevas "confesiones de un viejo indecente",una no muy afortunada incursión en la ciencia ficción y un puñado de alusinados experimentos literarios, como aquel que da título al libro o aquel otro en que cuenta cuando le pegaron la noche en que se quiso hacer pasar por Allen Ginsberg. Una guinda ácida, este libro, que viene a coronar la torta sancochada que es la obra bukowskiana.

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